Sócrates
era austero en su tener y en su desear del tal manera que no escribió ninguna
obra porque consideraba que el diálogo —la comunicación directa e
interpersonal— es el único método válido para la filosofía. Eejerció un
peculiar hechizo sobre la flor de la juventud ateniense, que él buscaba en los
gimnasios o palestras durante los ejercicios deportivos. Despertada por los
sofistas, esta juventud se percató muy pronto de que Sócrates era un maestro de
dialéctica y un hombre de señera fuerza espiritual.
Pero todavía admiraba más la seriedad moral que, en contraste con los ligeros sofistas, penetraba a aquel ateniense. Además, con una soberanía francamente grandiosa sobre los bienes terrenos, mostraba a aquellos ricos jóvenes lo poco que basta para que un hombre sea íntimamente feliz.
En contraste con la insaciable avaricia de los atenienses, solía decir ante la abundancia de bienes que se ofrecían en el mercado:
- ¡Cuántas cosas hay que no necesito!
Pero todavía admiraba más la seriedad moral que, en contraste con los ligeros sofistas, penetraba a aquel ateniense. Además, con una soberanía francamente grandiosa sobre los bienes terrenos, mostraba a aquellos ricos jóvenes lo poco que basta para que un hombre sea íntimamente feliz.
En contraste con la insaciable avaricia de los atenienses, solía decir ante la abundancia de bienes que se ofrecían en el mercado:
- ¡Cuántas cosas hay que no necesito!
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