Mi hija de
diez años, Sara, nació sin un músculo de uno de sus pies por lo que usa siempre
un aparato ortopédico para ayudarla a caminar. Un hermoso día de primavera
llegó de la escuela y me dijo que había competido en carreras de velocidad, en
unos eventos deportivos de la escuela.
Debido al problema de su pierna, empecé a pensar rápidamente en algo que decirle para darle valor y animar a mi Sara y qué cosas podría decir acerca de no dejar que esto la desanimara pero, antes de que yo pudiera decir nada, ella comentó:
- ¡Papi gané dos de las carreras!
Yo no podía creerlo... Después añadió:
- Tuve ventaja.
- Ah, lo sabia —pensé—. Debieron de haberla dejado correr en cabeza y con ventaja sobre los demás.
Pero una vez más antes de que pudiera decir una palabra ella dijo:
- Papi no me dejaron correr primero que los demás. Mi ventaja fue tener que trotar más fuerte que los demás.
Debido al problema de su pierna, empecé a pensar rápidamente en algo que decirle para darle valor y animar a mi Sara y qué cosas podría decir acerca de no dejar que esto la desanimara pero, antes de que yo pudiera decir nada, ella comentó:
- ¡Papi gané dos de las carreras!
Yo no podía creerlo... Después añadió:
- Tuve ventaja.
- Ah, lo sabia —pensé—. Debieron de haberla dejado correr en cabeza y con ventaja sobre los demás.
Pero una vez más antes de que pudiera decir una palabra ella dijo:
- Papi no me dejaron correr primero que los demás. Mi ventaja fue tener que trotar más fuerte que los demás.
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