lunes, 30 de noviembre de 2015

MANTENER EL PESCADO VIVO




Los japoneses siempre han gustado del pescado fresco. Pero las aguas cercanas a Japón no han tenido muchos peces durante décadas. Así que para alimentar a la población japonesa, los barcos pesqueros fueron fabricados más grandes y así pudieron ir mar adentro todavía más lejos.

Mientras más lejos iban los pescadores, más era el tiempo que les tomaba regresar a la costa a entregar el pescado. Si el viaje tardaba varios días, el pescado ya no estaba fresco. A los japoneses no les gusta el sabor del pescado cuando no es fresco.

Para resolver este problema, las compañías pesqueras, instalaron congeladores en los barcos pesqueros. Así podían pescar y poner los pescados en los congeladores. Además los congeladores permitían a los barcos ir aún mas lejos y por más tiempo.

Sin embargo, los japoneses pudieron percibir la diferencia entre el pescado congelado y el pescado fresco, y no les gusto el pescado congelado. El pescado congelado se tenía que vender más barato.

Así que las compañías instalaron tanques para los peces en los barcos pesqueros. Podían así pescar los peces, meterlos en los tanques, mantenerlos vivos hasta llegar a la costa de Japón. Pero, después de un poco de tiempo, los peces dejaban de moverse en el tanque. Estaban aburridos y cansados pero vivos. Desafortunadamente, los japoneses también notaron la diferencia del sabor. Porque cuando los peces dejan de moverse por días, pierden el sabor 'fresco-fresco' . Los japoneses prefieren el sabor de los peces bien vivos y frescos, no el de los peces aburridos y cansados que los pescadores les traían...

¿Cómo resolvieron el problema las compañías pesqueras japonesas? ¿Cómo consiguieron traer pescado con sabor de pescado fresco? Si las compañías japonesas te pidieran asesoría, ¿qué les recomendarías?

- Las personas prosperan, extrañamente más, solo cuando hay desafíos en su medio ambiente...  mientras más inteligente, persistente y competente seas, más disfrutas un buen problema.

Si tus desafíos son del tamaño correcto, y si poco a poco vas conquistando esos desafíos, te sientes feliz. Piensas en tus desafíos y te sientes con energía. Te emociona intentar nuevas soluciones. ¡Te diviertes, y te sientes vivo!

Así es como los peces japoneses se mantienen vivos: para mantener el sabor fresco de los peces, las compañías pesqueras todavía ponen a los peces dentro de los tanques en los botes pesqueros. Pero ahora ellos ponen también... ¡Un pequeño tiburón! Claro que el tiburón se come algunos peces, pero los demás llegan muy, pero muy vivos...

¡Los peces son desafiados! Tienen que nadar durante todo el trayecto dentro del tanque, ¡para mantenerse vivos! Así que, invita un tiburón a tu tanque, y descubre ¡cuan lejos puedes llegar realmente!

domingo, 29 de noviembre de 2015

FIJARSE METAS ALTAS






Una maestra quería enseñarles una lección a sus alumnos, y para ello les dio la oportunidad de escoger entre sus exámenes: uno de cincuenta preguntas, otro de cuarenta y un tercero de treinta.

A los que escogieron el de treinta les puso una C, sin importar que hubieran contestado correctamente todas las preguntas.

A los que escogieron el de cuarenta les puso un B, aun cuando más de la mitad de las respuestas estuvieran mal.

Y los que escogieron el de cincuenta les puso una A, aunque se hubieran equivocado en casi todas.

Como los estudiantes no entendían nada, la docente les explicó:

- Queridos alumnos: permítanme decirles que yo no estaba examinando sus conocimientos, sino su voluntad de apuntar a lo más alto.

sábado, 28 de noviembre de 2015

EMPEZAR POR LO PEQUEÑO



Un monje ermitaño  meditaba profundamente en su cueva cuando se sintió molestado por un ratoncillo que se puso a roer sus ropas.

-Márchate estúpido - dijo el ermitaño - ¿No ves que has interrumpido mi meditación?
-Es que tengo hambre - contestó el ratón.
-Llevaba más de treinta días de meditación buscando la unidad con Dios y me has hecho fracasar - se lamentó el ermitaño.

-¿Cómo buscas la unidad con Dios si no puedes siquiera sentirte unido a mí que sólo soy un simple ratón? - respondió el roedor.

viernes, 27 de noviembre de 2015

LA VOLUNTAD DE UN HOMBRE



Guillaumet era piloto de una línea aérea en los tiempos gloriosos del comienzo de la aviación comercial.

Cuenta cómo salió adelante, perdido a seis mil metros de altura en los Andes a consecuencia de un fallo en su avión, del que salió ileso milagrosamente. Caminó y caminó durante muchos días, extenuado y sin alimentos ni ropa de abrigo, subiendo y bajando por aquellos montes de hielo, hasta que —casi más muerto que vivo— lo encontró un pastor, que lo puso a salvo.

Al recordar más adelante esa experiencia, reconoce:

- Entre la nieve se pierde todo instinto de conservación. Después de dos, de tres días de marcha, lo único que se desea es dormir. También yo lo deseaba. Pero me decía: mi mujer cree que estoy vivo, que camino. Mis amigos piensan igualmente que sigo andando. Todos ellos confían en mí. Seré un canalla si no lo hago...

Y añade:

- Lo que yo hice, estoy seguro, ningún animal sería capaz de hacerlo.

jueves, 26 de noviembre de 2015

LOS CLAVOS



Un hombre va a una ferretería en busca de unos clavos de un tamaño específico. Le dicen que esos clavos están el tercer pasillo del tercer piso, en la parte de atrás.

El hombre se dirige al lugar indicado, pero no encuentra los clavos. Entonces, se devuelve a buscar al dependiente que lo atendió y le dice:

- Disculpe, no encontré los clavos que busco en el lugar que me indicó.

El dependiente responde:

¡Oh!, ¿Se refería a esos clavos? Pasillo siete, en el sótano.

El hombre va hasta allí y. de los clavos, todavía nada. Regresa a ver al dependiente y le dice:

¿Ustedes de verdad venden estos clavos?

Y el dependiente responde:

- ¡Ah, estos clavos! Aquí mismo están.

- Y, ¿Por qué me hizo correr por toda la tienda?

- Son los productos más populares de la tienda, si fueran fáciles de conseguir, nos quedaríamos sin existencias. Así que nos aseguramos que quien llega buscándolos, realmente los desea.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

LA RECOMPENSA DESMOTIVADORA




Un hombre mayor vivía sólo en las afueras de un pueblo. Estaba considerado un excéntrico.

A los chavales del pueblo les gustaba reunirse ante la puerta de su casa cada día, para lanzarle insultos y pisotear las flores de su jardín.

- No gritáis  suficientemente fuerte ni sois sois suficientemente groseros, les dijo un día. Mañana os daré un euro a cada uno si gritáis tan fuerte como podáis los peores insultos que se os ocurran.

Los niños se mostraron encantados. Al día siguiente llegaron pronto y profirieron a grito pelado sus peores insultos.

El hombre salió por la puerta y les dijo, satisfecho:

- No está mal. Volved a repetirlo mañana y os daré 50 céntimos a cada uno.

Los muchachos pensaron que seguía siendo un trato interesante, por lo que, al día siguiente, volvieron puntualmente con sus insultos.

Otra vez salió el hombre, quien esta vez les dijo:

- Excelente. Volved mañana si queréis, pero sólo os podré dar 5 céntimos a cada uno.

- ¿Sólo 5 céntimos?, exclamaron. ¡Ni hablar!

Jamás volvieron a molestarle. Tal vez fuera un excéntrico, pero, sin duda, aquel hombre no era ningún tonto

martes, 24 de noviembre de 2015

LOS NIÑOS Y EL HIELO




Dos amigos entrañables compartían casi todos los instantes de distracción, donde iba uno el amigo lo acompañaba, eran compinches, inseparables. Si alguien los reconocía en la calle, en sus jugueteos interminables no sabría distinguir si eran amigos o hermanos, ya el hecho de estar siempre juntos los había comenzado a mimetizar el uno con el otro.

Un día estos dos niños patinaban sobre una laguna congelada. Era una tarde nublada y fría, pero los niños jugaban sin preocupación. De pronto, el hielo se reventó y uno de ellos cayó al agua.

El otro niño viendo que su amiguito se ahogaba debajo del hielo, tomó una piedra y empezó a golpear con todas sus fuerzas hasta que logró quebrarlo y así salvar a su amigo.

Cuando llegaron los bomberos y vieron lo que había sucedido, no podían entender lo que veían sus ojos. Se preguntaron:

- ¿Cómo lo hizo? El hielo es muy grueso. Es imposible que lo haya podido quebrar con esa piedra y sus manos tan pequeñas.

En ese instante apareció un anciano y dijo:

- ¡Yo sé cómo lo hizo!

- ¿Cómo...? Le preguntaron al anciano, y el contestó:

- No había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo.

LANZAR UN RETO




Charles Schwab tenía un capataz de altos hornos cuyo personal no producía su cuota de trabajo.

- ¿Cómo es —preguntó Schwab— que un hombre de su capacidad no consigue que esta planta rinda lo que debe?

- No sé —respondió el hombre—. He pedido a los obreros que trabajen más; les he dado el ejemplo; los he regañado; los he amenazado con el despido. Pero nada se consigue. No producen, y nada más.

Estaba cayendo el día, poco antes de que entrara a trabajar el turno de la noche.

- Déme un trozo de tiza —dijo Schwab. Y luego, volviéndose a un obrero cercano:

- ¿Cuántas veces descargó el horno el turno de hoy?

Sin decir palabra, Schwab trazó un gran número seis en el suelo y se alejó. Cuando entró el turno de la noche, los obreros vieron el seis y preguntaron qué significaba aquello.

- Hoy estuvo el jefe —fue la respuesta— y después de preguntarnos cuántas veces descargamos el horno, escribió en el suelo ese seis, el número que le dijimos.
A la mañana siguiente volvió Schwab al taller. El turno de la noche había borrado el seis y escrito un siete. Cuando los obreros diurnos fueron a trabajar, vieron esa cifra. ¿De modo que los de la noche creían ser mejores, eh? Bien: ya les iban a enseñar a trabajar. Se pusieron a la tarea con entusiasmo y cuando se marcharon aquella noche dejaron en el suelo un enorme número diez.

A poco, este taller, que se había quedado atrás en producción, rendía más que cualquier otro de la fábrica. ¿Cuál es el principio? Dejemos que Charles Schwab nos lo diga.

- La forma de conseguir que se hagan las cosas —dice Schwab— es estimular la competencia. No hablo del estímulo sórdido, monetario, sino del deseo de superarse.

¡El deseo de superarse! ¡El desafío! ¡Arrojar el guante! Un medio infalible de apelar a los hombres de carácter.

lunes, 23 de noviembre de 2015

DOS MONEDAS DE COBRE




Una mañana llegó a las puertas de la ciudad un rico mercader árabe y allí se encontró con un pordiosero medio muerto de hambre. Sintió pena por él y le socorrió dándole dos monedas de cobre.

Horas más tarde, los dos hombres volvieron a coincidir cerca del mercado:

- ¿Qué has hecho con las monedas que te he dado? —preguntó el mercader.

Respondió el pordiosero:

- Con una de ellas me he comprado pan, para tener de qué vivir; con la otra me he comprado una rosa, para tener por qué vivir…

UN SALTO ATREVIDO




Un millonario promueve una fiesta en una de sus mansiones; en determinado momento pide silencio a sus invitados, la música para, y dice, mirando hacia la piscina donde criaba cocodrilos australianos:

- El que logre cruzarla y salir vivo al otro lado, ganará toda mi colección de coches. ¿Alguien se atreve?

Espantados, los invitados permanecen en silencio y el millonario insiste:

- El que se lance a la piscina, logre cruzarla y salir vivo al otro lado, ganará todos mis coches y mis aviones. ¿Alguien se atreve ahora?

El silencio impera, y una vez más, ofrece:

- El que se lance a la piscina, logre cruzarla y salir vivo al otro lado, ganará todos mis coches, mis aviones y mis mansiones; es mi última oferta.

En este momento, alguien salta a la piscina. La escena es impresionante... es una lucha intensa, el hombre se defiende como puede, agarra la boca de los cocodrilos con pies y manos, tuerce la cola de los reptiles... Hay mucha violencia y emoción. ¡Parecía una película de Cocodrilo Dundee!

Después de algunos minutos de terror y pánico, sale el valiente, lleno de arañazos, hematomas y casi muerto. El millonario se aproxima, le felicita por su proeza y le pregunta:

- ¿Dónde quiere que le entregue los coches?

- Gracias pero no quiero su colección de coches.

Sorprendido, el millonario pregunta de nuevo:

- ¿Y los aviones? ¿dónde quiere que se los deje?

- Gracias, pero no quiero sus aviones.

Extrañado por la reacción del hombre, el millonario pregunta:

- ¿Y las mansiones? ¿cuando quiere hacer el traspaso?

- Yo tengo una bella casa, no necesito ninguna de las suyas; puede quedarse con ellas. ¡No quiero nada que sea suyo!

Impresionado, el millonario le pregunta:

- Pero si usted no quiere nada de lo ofrecido, ¿qué quiere entonces?

Y el hombre le respondió muy irritado:

- ¡Encontrar al maldito imbécil que me empujó a la piscina!

domingo, 22 de noviembre de 2015

EL REY Y SU PIEDRA




Hace mucho tiempo, un rey colocó una gran roca obstaculizando un camino. Entonces se escondió y miró para ver si alguien quitaba la tremenda roca. Algunos de los comerciantes más adinerados del rey y cortesanos vinieron y simplemente le dieron una vuelta. Muchos culparon al rey ruidosamente de no mantener los caminos despejados, pero ninguno hizo algo para sacar la piedra grande del camino.

Entonces vino un campesino vino que llevaba una carga de verduras. Al aproximarse a la roca, el campesino puso su carga en el suelo y trató de mover la roca a un lado del camino. Después de empujar y fatigarse mucho, lo logró. Mientras recogía su carga de vegetales, notó una cartera en el suelo, justo donde había estado la roca. La cartera contenía muchas monedas de oro y una nota del mismo rey indicando que el oro era para la persona que quitara la piedra del camino.

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 El campesino aprendió lo que los otros nunca entendieron. Cada obstaculo presenta una oportunidad para mejorar la condición de uno mismo y también, claro está, de los demàs.

UN HOMBRE MÁS DÉBIL




Cuando pasaba por delante de un elegante palacete en el centro de Bagdad, Nasrudín se percató de que en su interior se estaba celebrando una fiesta. Atraído por el olor de la cabra asada, se metió en la casa pasando por entre los guardias y se sentó a la mesa. Después de la comilona, el anfitrión pidió silencio.

- Amigos —dijo—, os he invitado aquí para celebrar mis últimas y grandes victorias. Como sabéis,he sido el campeón de lucha de esta ciudad durante algún tiempo. Pero ahora, tras haber derrotado a mis competidores en otras ciudades, ¡soy campeón de todo el país!

Los comensales aclamaron a su anfitrión. Sólo Nasrudín permaneció en silencio, lo que enfureció a lluchador:

- ¿No te impresiona que haya pulverizado a mis enemigos y tirado al suelo a los mejores luchadores que esta tierra puede ofrecer? —preguntó.

- Depende —contestó el mulá—. Esos hombres, ¿eran más débiles que tú?

- ¡Por supuesto! —se jactó rimbombante el deportista—. Eran tan débiles como moscas… tan insignificantes como las más diminutas hormigas.

- ¿Y qué mérito hay en derrotar a un hombre más débil?

sábado, 21 de noviembre de 2015

SI DUDAS, ACTÚA




Un maestro contó a sus discípulos lo siguiente:

- Una gacela, según se levantaba todos los días, empezaba a correr por la selva. Un tigre, según se levantaba todos los días, también empezaba a correr por la selva. La gacela corría para salvar su vida, ya que si el tigre la alcanzaba moriría inmediatamente. El tigre también corría para conservar su vida, ya que si no daba caza a la gacela, moriría de hambre. Ambos corrían todos los días por su vida.

- Vosotros, discípulos, no sabéis aún si sois gacelas o tigres, ni tampoco sabéis quién sois ni adónde vais, por eso debéis hacer como la gacela y el tigre: según os levantéis poneos a correr por vuestra vida.

UN GUSANO EN LA CUMBRE






Una poderosa águila hizo su nido en una roca muy empinada, tan alta que el ave casi toca la comba de los cielos con sus alas. Allí puso sus huevos y nacieron sus polluelos. Tranquila el ave, en cuanto a la seguridad de su hogar por inaccesible, bajaba todos los días por su alimento.

Un día, de regreso, tuvo una ingrata sorpresa. Un gusano se había aposentado en el nido. Furiosa y confusa, cogió al intruso entre sus garras y se dispuso a matarlo.

- ¿Cómo llegaste hasta aquí, miserable? —le dijo.

El gusano temblaba y le dijo a su captora:

- Señora Águila, no me mate y le digo cómo llegué tan alto.

- Dilo, y te prometo el perdón.

El gusano humilde y contrito respondió:

- Señora poderosa y magnánima: llegué aquí a fuerza de arrastrarme... y arrastrarme... y arrastrarme...

viernes, 20 de noviembre de 2015

DOS SEMILLAS




Dos semillas estaban enterradas juntas, lado a lado, en la fértil tierra a principios de primavera. La primera semilla dijo:

- ¡Quiero crecer! Quiero impulsar a mis raíces a fondo dentro de la tierra que esta debajo, y expulsar mis brotes a través de la corteza de la tierra que esta sobre mí. Quiero desplegar mis tiernos brotes como banderas que anuncian la llegada de la primavera. Quiero sentir el calor del sol sobre mi rostro y la bendición del rocío matinal sobre mis pétalos.

Y creció.

La segunda semilla dijo:

- ¡Tengo miedo! Sí impulso mis raíces dentro de la tierra que esta debajo, no sé lo que habrá en la oscuridad del subsuelo. Sí me abro paso por la dura corteza terrestre que esta encima, puedo dañar mis delicados brotes. Y ¿si al dejar que mis brotes se abran, un caracol intenta comérselos? Y si abro mis capullos, una persona o animal podría arrancarme de la tierra. No, será mejor que espere hasta que no haya peligro.

Y esperó.

Una gallina hambrienta que buscaba comer afanosamente entre la tierra de comienzos de primavera, encontró la semilla que esperaba seguridad y rápidamente se la comió.

EL VUELO DEL HALCÓN




Un rey recibió como obsequio, dos pequeños halcones, y los entregó al maestro de cetrería, para que los entrenara. Pasados unos meses, el maestro informó al rey que uno de los halcones estaba perfectamente, pero que al otro no sabía qué le sucedía: no se había movido de la rama donde lo dejó desde el día que llegó.

El monarca mandó llamar a curanderos y sanadores para que vieran al halcón, pero ninguno de ellos pudo hacer volar el ave. Encargó la misión a sabios y a miembros de la corte, pero tampoco hubo ninguna evolución. Al día siguiente, por la ventana, el monarca pudo observar, que el ave aún continuaba inmóvil. Entonces, decidió comunicar a su pueblo que ofrecería una recompensa a la persona que hiciera volar al halcón.

A la mañana siguiente, vio al halcón volando ágilmente por los jardines. Asombrado, el rey ordenó:

- Traedme al autor de ese milagro.

Su sirvientes se pusieron en marcha rápidamente y regresaron acompañados de un campesino. El rey le preguntó:

- ¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo hiciste? ¿Eres mago?

Intimidado y sorprendido, el campesino le contestó al rey:

- Fue fácil majestad, solo corte la rama, y el halcón voló; se dio cuenta que tenia alas y tuvo que empezar a volar.


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 Vivimos dentro de una zona de comodidad donde nos movemos, y creemos que eso es lo único que existe. Dentro de esa zona está todo lo que sabemos, y todo lo que creemos. Convivimos con nuestros valores, nuestros miedos y nuestras limitaciones. En esa zona reina nuestro pasado y nuestra historia, todo lo conocido, cotidiano y fácil. Tenemos sueños, queremos resultados, buscamos oportunidades; pero no siempre estamos dispuestos a correr riesgos... ¿Eres consciente de que tienes alas? ¿Sabes que puedes volar? ¿A que te estas agarrado? ¿De que no te puedes soltar? ¿Qué te impide volar? ¿Qué estás esperando para desplegar tus alas?

ESFUERZO CONSTANTE




Un hombre decidió cavar un pozo en un terreno que poseía. Eligió un lugar y profundizó hasta los cinco metros, pero no encontró agua. Pensando que aquel no era el sitio idóneo, buscó otro lugar y se esforzó más llegando hasta los siete metros, pero tampoco esta vez halló agua. Decidió probar una tercera ocasión en distinto lugar, y cavar aún mucho más, pero cuando llegó a los diez metros, concluyó que en su terreno no había agua y que lo mejor era venderlo.

Un día fue a visitar al hombre al cual había vendido el terreno, y se encontró con un hermoso pozo.

- Amigo, mucho has tenido que cavar para encontrar agua, recuerdo que yo piqué más de veinte metros y no encontré ni rastro —dijo el recién llegado.

- Te equivocas —contestó el aludido—. La verdad es que yo sólo cavé doce metros, pero a diferencia de ti, siempre lo hice en el mismo sitio.

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 Muchos dicen que el esfuerzo es cuestión de suerte, pocos dicen que la suerte es cuestión de esfuerzo; de esfuerzo correcto y constante. Hay dos tipos de personas: los que no pierden nada al intentarlo y los que lo pierden todo si no lo intentan. No existe el fracaso, salvo cuando dejamos de esforzarnos.

jueves, 19 de noviembre de 2015

CORAZÓN DE ÁGUILA




Había una vez un granjero que, mientras caminaba por el bosque, encontró un polluelo de águila herido. Se lo llevó a su casa, lo curó y lo puso en su corral. El ave aprendió a comer la misma comida que los pollos y a comportarse como estos. Un día, un naturista que pasaba por allí le preguntó al granjero:

- ¿Por qué este águila, el rey de todas las aves y pájaros, permanece encerrado en el corral con los pollos?

El granjero contestó:

- Me lo encontré malherido en el bosque. Le he dado la misma comida que a los pollos y le he enseñado a ser como un pollo. No ha aprendido a volar... ya no es un águila.

El naturista dijo:

- Es bonito de tu parte haberle recogido y haberle curado y cuidado, sin embargo, tiene corazón de águila y con toda seguridad se le puede enseñar a volar. ¿Qué te parece si le ponemos en situación de hacerlo?

Le respondió el granjero:

- No entiendo lo que me dices. Si hubiera querido volar, lo hubiese hecho; yo no se lo he impedido.

- Es verdad, tú no se lo has impedido, pero le enseñaste a comportarse como los pollos, por eso no vuela. ¿Y si le enseñáramos a volar como las águilas?

- De acuerdo, probemos —aceptó el granjero.

Animado, el naturista al día siguiente sacó al aguilucho del corral, lo cogió suavemente en brazos y lo llevó hasta una loma cercana. Le dijo:

- Tú perteneces al cielo, no a la tierra. Abre tus alas y vuela. Puedes hacerlo...

Estas palabras persuasivas no convencieron al aguilucho. Estaba confuso y al ver desde la loma a los pollos comiendo, se fue dando saltos a reunirse con ellos. Creyó que había perdido su capacidad de volar y tuvo miedo. Sin desanimarse, al día siguiente el naturista llevó al aguilucho al tejado de la granja y le animó diciendo:

- Eres un águila. Abre las alas y vuela. Puedes hacerlo.

El aguilucho tuvo miedo de nuevo de sí mismo y de todo lo que le rodeaba. Nunca lo había contemplado desde aquella altura. Temblando, miró al naturista y saltó una vez más hacia el corral. Muy temprano al día siguiente el naturista llevó al aguilucho a una elevada montaña. Una vez allí le animó diciendo:

- Eres un águila, Abre las alas y vuela.

El aguilucho miró fijamente los ojos del naturista. Éste, impresionado por aquella mirada, le dijo en voz baja y suavemente:

- No me sorprende que tengas miedo. Es normal que lo tengas, pero ya verás como vale la pena intentarlo. Podrás recorrer distancias enormes, jugar con el viento y conocer otros corazones de águila. Además estos días pasados, cuando saltabas pudiste comprobar qué fuerza tienen tus alas.

El aguilucho miró alrededor, abajo hacia el corral, y arriba, hacia el cielo. Entonces, el naturalista la agarró firmemente en dirección al sol, para que sus ojos se pudiesen llenar de claridad y conseguir ver las dimensiones del vasto horizonte. Fue cuando abrió sus potentes alas. Se irguió soberana sobre sí misma. Y comenzó a volar a volar hacia lo alto y a volar cada vez más a las alturas. Voló. Y nunca más volvió. Había recuperado por fin sus posibilidades.

                                    …………………………

Todos tenemos un águila en el corazón, pero hubo personas que nos hicieron pensar como gallinas. Y aun pensamos que efectivamente somos gallinas. ¡Pero somos águilas! Abrid las alas y volad. Volando como águilas. Jamás os contentéis con los granos que os arrojen a los pies para picotearlos. Demasiados tememos volar, y ese águila muere creyéndose gallina. No permitas que siga con su potencial escondido, dale ese empujón que necesita para expandir sus alas.

PROYECTOS DE UN OSO PEREZOSO




Había una vez un oso perezoso que vivía en un lugar muy transitado de la selva, por allí pasaban los leones cuando salían a hacer ejercicio, las comadrejas daban pequeños paseos por allí y así muchos animales concurrían el lugar. Un día el perezoso pensó:

- Seria buen negocio poner una venta de empanadas aquí, dado que este es un lugar muy transitado.

Al día siguiente al ver el perezoso la gran cantidad de animales que pasaban por allí, pensó nuevamente:

- Seria buen negocio poner una venta de empanadas aquí, dado que este es un lugar muy transitado.


A la semana siguiente el perezoso nuevamente se asomo y vio una gran cantidad de animales pasando por allí y pensó nuevamente:

- Seria buen negocio poner una venta de empanadas aquí, dado que este es un lugar muy transitado.

A la semana siguiente el perezoso estaba furioso y salió gritando y peleando con el tigre quien había puesto un negocio de venta de empanadas; justo en el lugar en que él había pasado semanas pensando en que seria bueno poner este negocio, Más tarde y más calmado, comprendió que lo único que podía hacer era ver como el tigre emprendía el negocio que él, con anhelos, soñó durante semanas pero que no fue capaz de emprender.






miércoles, 18 de noviembre de 2015

DESALIENTO




Cierta vez corrió la voz de que el diablo se retiraba de sus negocios y que vendía todas sus herramientas al mejor postor. La noche de la venta estaban todas las herramientas dispuestas de forma que llamaran la atención. Por cierto, era un lote siniestro: odio, celos, envidia, malicia, traición, además de todos los otros elementos del mal.

Aparte del lote había un instrumento que parecía inofensivo en forma de cuña, muy gastado y cuyo precio era mucho más alto que todos los otros. Alguien preguntó al Diablo que como se llamaba ese instrumento.

- Desaliento —fue la respuesta.

- Y ¿Por qué su precio es tan alto? —le preguntaron.

- Porque ese instrumento me es más útil que cualquier otro, con él puedo entrar en la conciencia de un ser humano cuando todos los demás me fallan y una vez dentro, por medio del desaliento, puedo hacer de esa persona lo que se me antoja. Está muy gastado porque lo uso con casi todo el mundo y como muy pocas personas saben que me pertenece lo puedo usar continuamente para lograr mis propósitos.

Y como el precio del desaliento es tan, pero tan alto, aun hoy sigue siendo propiedad del Diablo.

LOS TRES HERMANOS



Había una vez tres hermanos que se dedicaban a vagabundear de una ciudad a otra, vivían de lo que la gente les daba y dormían donde la noche los encontraba. Hacía mucho tiempo que llevaban esta vida insegura y errante, y ya estaban cansados de ella.

Una noche, cuando cenaban alrededor de una hoguera en las afueras de un pueblo, se les acercó un anciano y les pidió permiso para sentarse con ellos y compartir su cena. Accedieron de buen grado, y el hombre les preguntó quiénes eran y a qué se dedicaban. Cuando supo que eran mendigos y que estaban cansados de esa vida, les dijo:

- Precisamente, yo estaba buscando a alguien como ustedes. Tengo un campo aquí cerca. Lo heredé de mi padre, que antes de morir me dijo que guardaba un tesoro. En mi juventud me dediqué a viajar y a divertirme y ahora, aunque quisiera, no podría dedicarme a buscar el tesoro porque soy demasiado viejo y no tengo la fuerza suficiente para cavar el campo. No tengo hijos ni parientes cercanos. Pronto moriré y el tesoro quedará escondido para siempre. Si quieren, ustedes que son jóvenes pueden aprovechar esta oportunidad. Les regalo el campo, con la condición de que empiecen a buscar el tesoro inmediatamente y me den una parte.

Los tres hermanos, locos de alegría, aceptaron sin dudar el regalo del viejo y le prometieron cavar sin descanso. A la mañana siguiente, el anciano los llevó hasta el campo y, deseándoles suerte, se marchó. Era un campo bastante grande. La tierra estaba dura y con todo el aspecto de no haber sido tocada jamás. Las malas hierbas y los cardos cubrían todo. No era una tarea fácil.

Aunque no habían trabajado nunca, los hermanos empezaron a cavar con entusiasmo. Antes de eso, tuvieron que quemar la maleza y arrancar las raíces. Esta tarea les llevó un mes.

Al cabo de otro mes, apenas habían excavado la décima parte del campo. El entusiasmo del hermano mayor comenzó a decaer a medida que pasaba el tiempo. Tenía calambres en las manos y los pies destrozados, y el tesoro ya le estaba pareciendo un sueño inalcanzable. Un día, tiró la pala y les dijo a los otros dos:

- ¡Me voy! No hay tesoro en el mundo que me haga levantar a la madrugada para dedicarme a un trabajo tan duro por una recompensa incierta. Si alguna vez encontráis un tesoro, cosa que dudo, renuncio a él. ¡Adiós!

Y se fue, mientras los otros seguían cavando. Pasaron el verano y el otoño. El campo estaba cavado en sus dos terceras partes y el tesoro todavía no había aparecido. Entonces, el segundo hermano le dijo al más joven:

- Creo que el viejo nos ha engañado. Ya cavamos casi todo el campo y el tesoro no aparece. Ahora llega el invierno. Hará mucho frío y nevará. Voy a irme a un país cálido y a olvidarme de todo este asunto. ¿Vendrás conmigo?

- No, hermano —contestó el menor—. De todas maneras, el campo está casi totalmente excavado. Además, confío en las palabras del viejo. Me quedo.

Así, el hermano menor se quedó solo en el campo y siguió cavando de la mañana a la noche. Y vino el invierno con sus nieves y luego la primavera, cargada de lluvias. Durante todo ese tiempo, el joven no había dejado de trabajar. Su cuerpo se había fortalecido con el ejercicio y la vida al aire libre.

Cuando el campo estuvo terminado, ya era el mes de noviembre y el joven había olvidado el motivo de su trabajo. Pero el viento de septiembre había depositado en el campo miles de semillas que, con las lluvias de octubre, germinaron en aquella tierra rica y labrada durante todo el año.

A su debido tiempo, le proporcionó al joven una abundante cosecha y abundantes beneficios.

El hermano menor había encontrado por fin el tesoro que el campo guardaba. Un tesoro inagotable que, debidamente cuidado, le duró toda su vida.

LA ROSA DE RILKE




Rilke, el poeta, vivió un tiempo en París. Todos los días iba, acompañado de una amiga francesa, a la Universidad y recorría una calle muy concurrida. En una esquina de esta calle estaba siempre una mujer pidiendo limosna a los que pasaban. La mujer se sentaba siempre en el mismo sitio, inmóvil como una estatua, con la mano extendida y los ojos fijos en el suelo.

Rilke nunca le daba nada, pero su acompañante le daba frecuentemente algunas monedas. Un día la joven francesa le preguntó extrañada al poeta:

- ¿Porqué no le das nunca limosna a la pobre mujer?

- Debemos llegar a su corazón, no a sus manos —le respondió el poeta.

Al día siguiente Rilke llegó con una espléndida rosa recién abierta, la puso en la mano de la mujer e hizo ademán de marcharse. Entonces ocurrió lo inesperado: la mujer alzó los ojos, miró al poeta, se levantó a duras penas del suelo, tomó la mano del hombre y la besó. Después se marchó apretando la rosa en su seno.

Durante una semana nadie la vio. Pero ocho días después, la mujer, silenciosa e inmóvil como siempre, estaba de nuevo sentada en la misma esquina de la calle.

- Durante todos estos días en que no ha recibido limosnas, ¿de qué habrá vivido la pobre mujer? —preguntó la joven francesa.

- De la rosa —alegó el poeta.

RECUERDA QUE HA MUERTO




La lápida de cartón siguió colgada de la pared del aula durante el resto del año. En las raras ocasiones en que alguno de los alumnos olvidaba el acto y decía «No puedo», Donna se limitaba a señalarle el signo de RIP. Entonces, el niño o la niña, recordaba que «No puedo» había muerto y buscaba otra forma para expresarse.

Yo no fui uno de los alumnos de Donna, ella era una de los míos. Sin embargo, aquel día aprendí de ella una lección inolvidable. Ahora, años después, cada vez que oigo decir «No puedo» vuelvo a ver las imágenes de aquel funeral en la clase de cuarto grado y, como aquellos estudiantes, recuerdo que «No puedo» ha muerto.

martes, 17 de noviembre de 2015

LECCIÓN PARA EL CORAZÓN




Mi hija de diez años, Sara, nació sin un músculo de uno de sus pies por lo que usa siempre un aparato ortopédico para ayudarla a caminar. Un hermoso día de primavera llegó de la escuela y me dijo que había competido en carreras de velocidad, en unos eventos deportivos de la escuela.

Debido al problema de su pierna, empecé a pensar rápidamente en algo que decirle para darle valor y animar a mi Sara y qué cosas podría decir acerca de no dejar que esto la desanimara pero, antes de que yo pudiera decir nada, ella comentó:

- ¡Papi gané dos de las carreras!

Yo no podía creerlo... Después añadió:

- Tuve ventaja.

- Ah, lo sabia —pensé—. Debieron de haberla dejado correr en cabeza y con ventaja sobre los demás.

Pero una vez más antes de que pudiera decir una palabra ella dijo:

- Papi no me dejaron correr primero que los demás. Mi ventaja fue tener que trotar más fuerte que los demás.

NECESIDAD DE AIRE




El joven Tanit fue a ver al sabio del pueblo y le preguntó:

- Señor, ¿qué debo hacer para conseguir lo que yo quiero?

El sabio no contestó. Tanit se marchó después de repetir su pregunta varias veces con el mismo resultado. Volvió al día siguiente con la misma pregunta. De nuevo no obtuvo ninguna respuesta por lo que volvió por tercera vez y repitió su pregunta:

- ¿Qué debo hacer para conseguir lo que yo quiero?

El sabio le miró y dijo:

- Ven conmigo.

Y se dirigieron a un río cercano. Entró en el agua llevando al joven de la mano y cuando alcanzaron cierta profundidad el sabio se apoyó en los hombros del joven y lo sumergió en el agua. Pese a los esfuerzos del joven por liberarse, allí lo mantuvo el sabio un largo rato. Al fin lo soltó y Tanit pudo recuperar su aliento.

Entonces el sabio le preguntó:

- Cuando estabas bajo el agua, ¿qué era lo que más deseabas?

Sin vacilar Tanit contestó:

- Aire, quería aire.

- ¿No hubieras preferido mejor riquezas, comodidad, placeres, poder o amor?

– No, señor, deseaba aire, necesitaba aire y solo aire —fue su inmediata respuesta.

- Entonces —contestó el sabio—, para conseguir lo que tú quieres debes quererlo con la misma intensidad que querías el aire, debes luchar por ello y excluir todo lo demás. Debe ser tu única aspiración día y noche. Si tienes ese fervor, conseguirás sin duda lo que quieres.

DEDO DE ORO




Había un pordiosero que llevaba ya muchos años mendigando. Se habia habituado a vivir de la mendicidad y no queria volver a trabajar. Rechazaba el trabajo que la gente le ofrecia. Cierto día, cuando estaba callejeando pidiendo limosna, se encontró inesperadamente con un amigo de la infancia. Los dos hombres se abrazaban y empezaban a contarse sus cosas. El amigo que se había encontrado con el pordiosero, dijo:

- Yo no me puedo quejar, de verdad. Me ha ido muy bien en estos años, mi vida ha sido fácil y el destino se ha mostrado generoso.

- A mi me ha ido francamente mal, como ves —repuso el pordiosero—. Llevo años mendigando, soportando el frío y el mal trato de muchas personas. Es muy dura la vida de un mendigo.

Estuvieron paseando y hablando. Tanto se quejaba el pordiosero, que el amigo le dijo:

- Yo te tengo un gran cariño desde que éramos niños. Te voy, por tanto, a hacer una confidencia, tengo poderes sobrenaturales. No te sorprendas; así es y creo que podré ayudarte a mejorar tu miserable existencia.

Entonces el hombre tocó con el dedo índice un ladrillo y lo convirtió en un lingote de oro.

- Para ti —dijo entregándoselo al mendigo con cariño—. Esto aliviará muchas de tus penas y ya no tendrás que pasar hambre, frío y malos tratos.

Pero el mendigo replicó:

- ¡Pero la vida es tan larga, da tantas vueltas! ¡Tan larga, tan larga...!

Pasaron junto a una gran piedra. El hombre con poderes extendió el dedo índice, tocó la piedra y la convirtió en oro.

- Ahora no te va a faltar nada —dijo al mendigo—. Cuentas con una verdadera fortuna.

- Pero la vida es tan larga, tan imprevisible —argumento en su voracidad el mendigo—. Es tan larga que, lo que uno cree, luego no es suficiente.

– Bueno, ¿qué mas puedo hacer por ti?

Y el pordiosero dijo:

- Regálame tu dedo.

                                     ..................................                


La codicia humana es ilimitada, hay seres que nunca tienen suficiente por mucho que posean.

lunes, 16 de noviembre de 2015

¿NOBLES ACCIONES?



Un hombre con una bolsa vacía se acercó a la plaza principal de su pueblo diciendo a sus vecinos:

- Amigos, estoy recogiendo dinero para pagar las deudas de un pobre hombre que no puede afrontarlas.

Todos le dieron varias monedas hasta llenar la bolsa, alabando su noble acción. Un anciano le preguntó:

- Es muy noble tu tarea, pero dime: ¿quién es ese vecino acuciado por las deudas?

- Yo —contestó aquel hombre marchándose velozmente con el dinero recaudado.

Semanas después, aquel hombre volvió a presentarse en la plaza con la bolsa.

- ¿Podemos suponer que hay alguien que no puede pagar su deuda y que vienes a ayudarle? —preguntaron irónicamente los vecinos.

- Eso es —dijo el hombre.

- ¿Y acaso eres tú el deudor? —preguntaron de nuevo.

- No, esta vez no. ¡Os doy mi palabra! —aseguró con énfasis aquel individuo.

- Si es así, toma nuestra ayuda —dijeron los vecinos mientras llenaban la bolsa.

Pero el anciano volvió a preguntar:

- ¿Quién es en esta ocasión el deudor?

- No puedo decirlo, podría sentirse avergonzado —contestó.

El viejo, sospechando algo, volvió a preguntar:

- ¿Y tú que tienes que ver en todo esto?

- Bueno... Yo es que... ¡Soy el acreedor!

CUESTIÓN DE NECESIDAD



Cuentan que un desconocido se presentó a la puerta del monasterio llevando oro y rogó al abad que lo repartiera entre los monjes. El abad dijo:

- Los monjes no lo necesitan.

El desconocido insistió, así que lo puso en una cesta en medio del patio con un letrero que ponía:

- El que necesite, que coja.

Nadie tocó nada. Algunos ni siquiera miraban.

Pasado un tiempo, aquel hombre regresó y vio que su oro estaba intacto. Valorando este hecho, alabó a los monjes por su santidad y renuncia. El abad le dijo:

- No se trata de santidad. Todo está en función de la necesidad. Para nosotros, el oro es inútil ya que nada podemos hacer con él. Comemos, vestimos y estamos a cubierto. Nuestras necesidades son otras. Necesitamos a Dios y por eso estamos aquí buscándolo. Ve y da tu oro a los pobres.

domingo, 15 de noviembre de 2015

DONACIÓN COMPLICADA



Una parroquia descubrió que no habían recibido ni una sola donación de parte del abogado más acaudalado del pueblo. Un voluntario fue a visitar al abogado y le dijo:

- Hemos realizado una investigación, y nos hemos dado cuenta de que a pesar de que usted es la persona que gana más dinero en todo el pueblo, no ha realizado ninguna donación a la parroquia. ¿No le gustaría ayudarnos?

El abogado lo pensó un momento y respondió:

- Primero dígame, al realizar esa investigación, ¿descubrieron que mi madre está agonizando tras una larga y dolorosa enfermedad y que el tratamiento médico a lo largo de estos años supera todo lo que ella puede pagar?

- Eh, no... —respondió abochornado el solicitante.

- Segundo: ¿Descubrieron que mi hermano, un veterano de guerra, está ciego y condenado a una silla de ruedas y que es incapaz de mantener a su esposa y seis hijos?

El apenado voluntario contesta:

- No teníamos ni idea...

- Tercero: Descubrieron acaso que el esposo de mi hermana falleció en un terrible accidente, dejándola con tres hijos y una hipoteca?

El voluntario empieza a murmurar una disculpa, pero el abogado lo interrumpe:

- Y si a ellos no les doy dinero, ¿cree que se lo daría a ustedes?

RECONOCER LA TENTACIÓN




Un rabino judío decidió poner a prueba a sus discípulos y les preguntó:

- ¿Qué es lo que haríais, hijos míos, si os encontraseis un saco de dinero en el camino?

El primero meditó un momento y contestó:

- Lo devolvería a su dueño, maestro.

- Ha hablado muy prontamente —pensó para sí el rabino—, me pregunto si será sincero.

El segundo discípulo dijo:

- Si no me viera nadie, me lo quedaría.

- Ha hablado con sinceridad —pensó el rabino—, pero no es digno de confianza.

Finalmente, el tercero dijo:

- Probablemente tendría la tentación de quedarme el dinero, por eso rogaría a Dios que me diera fuerzas para resistir este impulso y actuar correctamente.

- He aquí un hombre sincero en quien puedo confiar —concluyó el rabino.

NECESITAR POCO




Sócrates era austero en su tener y en su desear del tal manera que no escribió ninguna obra porque consideraba que el diálogo —la comunicación directa e interpersonal— es el único método válido para la filosofía. Eejerció un peculiar hechizo sobre la flor de la juventud ateniense, que él buscaba en los gimnasios o palestras durante los ejercicios deportivos. Despertada por los sofistas, esta juventud se percató muy pronto de que Sócrates era un maestro de dialéctica y un hombre de señera fuerza espiritual.

Pero todavía admiraba más la seriedad moral que, en contraste con los ligeros sofistas, penetraba a aquel ateniense. Además, con una soberanía francamente grandiosa sobre los bienes terrenos, mostraba a aquellos ricos jóvenes lo poco que basta para que un hombre sea íntimamente feliz.

En contraste con la insaciable avaricia de los atenienses, solía decir ante la abundancia de bienes que se ofrecían en el mercado:

- ¡Cuántas cosas hay que no necesito!


LOS DOS MULOS



Andaban dos mulos, anda que andarás. Iba el uno cargado de avena; llevaba el otro la caja de recaudo. Envanecido éste de tan preciosa carga, por nada del mundo quería que le aliviasen de ella. Caminaba con paso firme, haciendo sonar los cascabeles.

En esto, se presenta el enemigo, y como lo que buscaba era el dinero, un pelotón se echó sobre el mulo, lo tomo del freno y lo detuvo. El animal, al defenderse, fue acribillado, y el pobre gemía y suspiraba.

- ¿Esto es —exclamó— lo que me prometieron? El mulo que me sigue escapa al peligro; ¡yo caigo en él, y en él perezco!

- Amigo —dijo el otro—; no siempre es una ganga tener un buen empleo: si hubieras servido, como yo, a un molinero patán, no te verías tan apurado.

                            ........................

 El orgulloso de su destino, el que hace alarde de obtener un trato preferente, no se detiene a considerar que, en razón de esa misma situación relevante que le da su cargo y jerarquía, el riesgo, la responsabilidad, es mayor que la del que eligió un destino más modesto.

sábado, 14 de noviembre de 2015

LA PERLA DEL SULTÁN


Un día estaba el sultán en su gabinete, rodeado de su corte. Sacó de un cofrecillo una perla preciosa y la puso en la mano de su visir preguntándole:

- ¿Cuál es su valor?

- ¡Cien bolsas de oro! —respondió el visir.

- ¡Aplástala! —ordenó el sultán.

- ¿Cómo me atrevería? —dijo el visir—. ¡Esta perla es el florón de tu tesoro!

- ¡Me alegra tu respuesta! —dijo el sultán.

Y le ofreció regalos y honores. Un poco después, cuando se agotaron otros temas de conversación, el sultán dio esta misma perla a su chambelán diciéndole:

- ¿Cuál es su valor a los ojos de aquellos en los que habita el deseo?

- Esta perla vale la mitad de tu reino —dijo el chambelán—. ¡Dios la proteja de todo peligro!

- ¡Aplástala! —ordenó el sultán.

- ¡Oh, sultán! —respondió el chambelán—, eso sería una lástima. Mira esta luz y esta belleza. ¡Aplastarla sería atentar contra el tesoro de mi sultán!

El sultán quedó satisfecho de esta respuesta y lo colmó de regalos elogiando su sabiduría. Después, varios reyes o emires sufrieron la misma prueba y, por imitación, todos dieron la misma respuesta para obtener el favor del sultán. Finalmente el sultán hizo la misma pregunta a Eyaz:

- ¿Qué vale esta perla?

- ¡Ciertamente, vale más de lo que se dice! —respondió Eyaz.

- ¡Aplástala! —ordenó el sultán.

Ahora bien, Eyaz, prevenido en sueños de esto, tenía dos piedras en el bolsillo. Tomó una y aplastó la perla sin vacilar.

AMUEBLAR TU CASA



En el siglo pasado, un turista estadounidense visitó al famoso rabino Chofetz Chaim. Y se quedó asombrado al ver que la morada del rabino consistía, sencillamente, en una habitación atestada de libros. El único mobiliario lo constituían una cama, una mesa y una banqueta.

- Rabino, ¿dónde están sus muebles? —preguntó el turista.

- ¿Dónde están los suyos? —replicó el rabino.

- ¿Los míos? —respondió, sorprendido el americano—, pero si yo sólo soy un visitante... estoy aquí de paso.

- Yo también —dijo el rabino.

PEDIR EL FAVOR COMPLETO



Un hombre de condición humilde había perdido su herramienta de trabajo y pedía a los cielos el poder recuperarla encomendándose a un santo particular.

- Si haces que la encuentre, prometo que entregaré tres monedas de oro en ofrenda —decía entre sollozos.

Al cabo de un rato, encontró lo perdido y exclamó:

- Oh, poderoso santo, que has logrado que encuentre mi herramienta, haz, por favor, que encuentre ahora tres monedas de oro.

BUSCANDO DONDE NO HAY NADA


Una noche, un hombre que regresaba a su casa encontró a un vecino debajo de una farola buscando algo afanosamente.
-¿Qué te ocurre? -preguntó el recién llegado.
-He perdido mi llave y no puedo entrar en casa -contestó éste.
-Yo te ayudaré a buscarla.
Al cabo de un rato de buscar ambos concienzudamente por los alrededores de la farola, el buen vecino preguntó:
-¿Estás seguro de haber perdido la llave aquí?
-No, perdí la llave allí -contestó el aludido, señalando hacia un oscuro rincón de la calle.
-Entonces, ¿qué haces buscándola debajo de esta farola?
-Es que aquí hay más luz.

viernes, 13 de noviembre de 2015

EL CARPINTERO



Un carpintero ya entrado en años estaba listo para retirarse. Le dijo a su Jefe de sus planes de dejar el negocio de la construcción para llevar una vida mas placentera con su esposa y disfrutar de su familia. El iba a extrañar su cheque mensual, pero necesitaba retirarse.

El Jefe sentía ver que su buen empleado dejaba la compañía y le pidió que si podría construir una sola casa mas, como un favor personal. El carpintero accedió, pero se veía fácilmente que no estaba poniendo el corazón en su trabajo. Utilizaba materiales de inferior calidad y el trabajo era deficiente. Era una desafortunada manera de terminar su carrera. Cuando el carpintero termino su trabajo y su Jefe fue a inspeccionar la casa, el Jefe le dió al carpintero, las llaves de la puerta principal de la casa que acababa de construir.

"Esta es tu casa," - dijo, "es mi regalo para ti."

Que tragedia! Que pena! Si solamente el carpintero hubiera sabido que estaba construyendo su propia casa, la hubiera hecho de manera totalmente diferente. 

Ahora tendría que vivir en la casa que construyo "no muy bien" que digamos!

Así que está en nuestra mano construir nuestras vidas de manera distraída, reaccionando cuando deberíamos actuar, dispuestos a poner en ello menos que lo mejor. En puntos importantes, no ponemos lo mejor de nosotros en nuestro trabajo. Entonces con pena vemos la situación que hemos creado y encontramos que estamos viviendo en la casa que hemos construido.

Si lo hubiéramos sabido antes, la habríamos hecho diferente.
Piensen como si fueran el carpintero. Piensen en su casa. Cada día clavamos un clavo, levantamos una pared o edificamos un techo. Construyan con sabiduría. Es la única vida que podrán construir. Inclusive si solo la viven por un día mas, ese día merece ser vivido con gracia y dignidad.
La placa en la pared dice:
"La Vida Es Un Proyecto de Hágalo-Usted-Mismo".


El labrador y sus hijos



Tras muchos años de duro trabajo, un  viejo labrador, comenzó a notar que sus fuerzas iban mermando cada vez más. Como no quería que sus tierras fueran abandonadas tras su muerte, trazó un plan, para que sus hijos aprendieran a cuidarlas, sin darse cuenta.
Cuando  tuvo todo apunto, les llamó hasta su presencia y les anunció:
 -Queridos hijos míos, siento que mi fin se está acercando; id a la viña que con tanto amor llevo cultivando todos estos años y buscad aquello que escondí para cuando llegara este día.
 Pensando que se trataba de un enorme tesoro, corrieron  raudos y veloces al lugar que su padre les había indicado. Allí, cavaron y cavaron durante horas, hasta que no quedaba ni un solo centímetro de tierra sin remover.
 A pesar de su empeño y del esfuerzo realizado, no encontraron nada que mereciera la pena vender. Apesadumbrados por el engaño de su padre, se marcharon a su casa, sin sospechar el verdadero propósito de su progenitor.
 Meses después, cuando uno de los hermano pasaba por allí, descubrió que todo su trabajo no había sido en balde, ya que la viña estaba llena de apetitosos frutos, con los que pudieron enriquecerse.

 Moraleja: El mejor de los tesoros, es el que se consigue con nuestro propio esfuerzo.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Convertido en Pez



Lucas era un niño al que le encantaba jugar con el agua, mejor dicho: Le encantaba desperdiciarla. Todos los días llenaba globos con agua y los aventaba desde su ventana, dejaba los grifos de la llave corriendo, tardaba mucho tiempo duchándose solo para disfrutar de toda el agua que quisiera.
El hada Aqua se percató de este hecho, y decidió convertir a Lucas en un pez mientras dormía y lo dejo en el lago junto a su casa. Cuando Lucas despertó lo invadió un miedo enorme: ¡estaba rodeado de agua! No podía creer lo que sus ojos veían, justo frente a el se encontraba un banco de peces, quienes discutían sobre el nivel de agua en el lago. Lucas fue hacia ellos nadando con esfuerzo y les conto quien era. Los peces lo miraron con profundo enojo, ya que sabían que era el niño que estaba provocando que su lago se quedara poco a poco sin agua. Llevaron a Lucas hasta un lugar en el que solo quedaban unos centímetros de agua e hicieron que se diera cuenta que ese lugar ya no era habitable para ningún pez.
Lucas rogó al hada que lo convirtiera en humano de nuevo con la condición de que haría todo lo posible para cuidar el agua. Aqua le creyó y lo convirtió en humano, desde ese día Lucas cambió la forma de ver las cosas. Cuidaba el agua lo más que podía e incluso formo un grupo con sus amigos para proteger la laguna y crear conciencia sobre el cuidado del agua.

El monstruo que me visita



Desperté en medio de la noche: las cortinas danzaban con el viento, el aire estaba espeso y se escuchaba una dulce melodía que venía de alguna parte. Mis ojos estaban abiertos pero, a excepción de las cortinas, no podía ver nada.
Lo intenté con más ardor y pude ver que por la ventana entreabierta pasaba un inmenso monstruo de forma etérea, que se fue introduciendo lentamente en la habitación. La música dejó de sentirse nítida, y todo el espacio se volvió como de nebulosa.
Me sentí como cuando mi madre me llevaba en brazos del salón a la cama (siempre me ha resultado más sencillo dormirme en compañía); alguien o algo me llevaba hacia alguna parte y no había nada que pudiera hacer para evitarlo. Llegué a sentir que tenía la liviandad de un fantasma y que mis extremidades se volvían totalmente flexibles.
Su respiración sobre mis pómulos, sus punzantes ojos sobre los míos, su mano áspera apoyada en mi frente arrugada y atemorizada. Un miedo terrible se apoderó de mí; el mundo entero confabulaba para hacerme daño, para corromperme, para exterminarme. “No, estoy dormida”, me dije. Sabía que no era verdad pero ¿cómo creer entonces que aquello estaba sucediéndome realmente? Su aliento llego a rozar mis entrañas y me heló profundamente.
Fue entonces cuando la luz se apoderó de mí y lo comprendí todo. Abrí más los ojos, lo que había ante mí era un monstruo horrible, pero no muy diferente a como yo me veía. Supe que la única forma de escapar de esa situación era conocerlo plenamente y me introduje sin reparos en lo más profundo de mi mente.

Cuando abrí los ojos el mediodía asolaba la alcoba. La ventana estaba cerrada, las cortinas rígidas y la música se había terminado. En el aire espeso revoloteó una mosca, y se alejó por una hendija de la puerta. Afuera un sol radiante se manifestaba inalterable disipando las pocas nubes que quedaban.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

El león afónico



En un recóndito rincón africano, vivía un león al que sus cuerdas vocales le impedían rugir como sus semejantes. Un defecto de nacimiento, del que nadie estaba enterado, que le obligó a  adoptar una actitud mucho más tranquila y sosegada que la del resto de sus congéneres, gracias a la cual se granjeo la amistad de todos los animales de los alrededores.
Un día, su destino se cruzó con el jabalí más cabezón y pesado del mundo. Tan pesado era, que el león deseo fervientemente poder rugir para apartarlo de su lado. Fue tal la sensación que le produjo este inoportuno invitado, que se puso a trabajar en un invento capaz de reproducir el sonido de un rugido. Los meses pasaron y el jabalí regresó para terminar la conversación que creía tener pendiente con el león.
Harto de tantas patrañas, acciono el botón de su máquina, para lanzar el rugido más potente y aterrador jamás escuchado. Un gran rugido, que además de su objetivo, aterrorizo al resto de los habitantes del lugar.
Solo y abandonado por todo el mundo, el león comprendió que para que todo el mundo lo respetara no era necesario rugir. Muy arrepentido por su acción, pidió perdón todos sus amigos, prometiéndoles que nunca jamás les asustaría con sus rugidos.

HASTA QUE LA MUERTE NOS SEPARE



Ezra era un joven que vivía anticipándose a las pérdidas. Se había pasado la mitad de su infancia deseando que ese período no terminara, y el resto de su vida, añorando esos instantes de belleza y libertad. Su hermano Amos era absolutamente diferente, lo único que le importaba era el presente y vivía cada instante como si fuera el último.
Entre Amos y Ezra había una extrema conexión; tal es así que cuando eran pequeños solían incluso enfermar juntos. El primero en indisponerse siempre era Ezra y a los pocos días su hermano aparecía a con los exactos síntomas y era diagnosticado y tratado de la misma manera que él. Amos culpaba a Ezra por enfermarse y pasarle su mal; sin embargo, no había días que disfrutara más que aquéllos que transcurría encerrado junto a su hermano.
El tiempo pasó y las circunstancias provocaron que entre los hermanos se abriera un abismo. La muerte de los padres fue un detonante importante de aquella separación ya que a Ezra le costó mucho aceptarla y cada vez que se veían se echaba a llorar desconsoladamente como cuando era niño. Amos decidió que no podía seguir viéndolo porque tarde o temprano conseguiría que también él cayera en ese pozo oscuro del que Ezra no mostraba indicios de querer salir. Además, Amos pensó que si dejaba de ver a su hermano evitaría morir de joven, cosa a la que le tenía muchísimo miedo. Estaba convencido de que por la forma de ser de Ezra pronto enfermaría de algo grave y si él lo sabía, posiblemente desarrollaría la misma dolencia. Y si de algo estaba seguro era de no querer morir.
Amos no estaba tan equivocado; Ezra enfermó gravemente a los treinta años y debió someterse a dos largos años de tratamiento y sufrimiento, en la más absoluta soledad. Al regresar a su casa, el mismo día en el que le habían dado el alta, encontró un mensaje en el contestador de su teléfono: su hermano, Amos acababa de fallecer de la misma enfermedad que él había vencido.