En cierta
ocasión, un arquitecto se acercó a supervisar las labores de realización de uno
de sus proyectos de construcción, un importante edificio que se estaba
levantando en las afueras de la ciudad. Al llegar, se aproximó a un albañil que
estaba inmerso en su trabajo de hacer tabiques, y le preguntó:
- ¿Qué está haciendo?
- ¿Acaso no lo ve? —respondió algo enfadado—. Solo estoy poniendo ladrillos.
Viendo las pocas ganas de conversar del obrero, prosiguió su camino por la construcción, y a unos metros de allí encontró a otro trabajador que estaba realizando la misma labor que el primero, e inquirió:
- ¿Qué está haciendo?
- Pues… Estoy levantando un muro —dijo mientras dibujaba una sonrisa que procuraba mostrar amabilidad.
Luego, el arquitecto siguió supervisando la obra, hasta que finalmente se acercó a un tercer oficial de albañilería, que estaba haciendo exactamente lo mismo que los dos anteriores, y le pregunto como a los otros:
- ¿Qué está haciendo?
- ¿Qué estoy haciendo? —respondió mientras sonreía visiblemente—. ¡Estoy construyendo un gran edificio!
- ¿Qué está haciendo?
- ¿Acaso no lo ve? —respondió algo enfadado—. Solo estoy poniendo ladrillos.
Viendo las pocas ganas de conversar del obrero, prosiguió su camino por la construcción, y a unos metros de allí encontró a otro trabajador que estaba realizando la misma labor que el primero, e inquirió:
- ¿Qué está haciendo?
- Pues… Estoy levantando un muro —dijo mientras dibujaba una sonrisa que procuraba mostrar amabilidad.
Luego, el arquitecto siguió supervisando la obra, hasta que finalmente se acercó a un tercer oficial de albañilería, que estaba haciendo exactamente lo mismo que los dos anteriores, y le pregunto como a los otros:
- ¿Qué está haciendo?
- ¿Qué estoy haciendo? —respondió mientras sonreía visiblemente—. ¡Estoy construyendo un gran edificio!
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